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Una Experiencia Desde La Integralidad: Educación Popular, Agroecología Y Salud Colectiva

Por Sergio Otero, (odontólogo de CEDEPO), Liliana Rivas, Mabel Villa, Docentes del ICS y Daniela García Docente del ICS y A – de la UNAJ

Sergio Otero, Liliana Rivas y Mabel Villa conversaron con  Claudia Rojas, directora de “La Parcela de CEDEPO”, sobre su  experiencia desde los inicios del CEDEPO y su trabajo en materia de educación popular, agroecología y salud colectiva.

¿Cómo está conformado CEDEPO?

CEDEPO es una asociación civil, sin fines de lucro. Hay una comisión directiva, que está compuesta por un tesorero, un secretario y un presidente. En este caso me tocó a mí presidir CEDEPO. La tesorera es otra compañera, Liliana, ingeniera agrónoma, y la secretaria es Edith, quien además está a cargo del Centro de Salud. Después, hay equipos de trabajo, hay compañeros que se dedican al funcionamiento del centro de salud, con distintas responsabilidades: hay un equipo técnico y  un equipo comunitario, o sea, la comunidad también está presente en el funcionamiento del centro de salud. Y después todo lo que tiene que ver con la producción, hay equipos que son los que trabajan en la producción, (hortícola, de lácteos, crianza de vacas, pollos y gallinas);  y hay otro grupo de compañeras que trabajan junto a otras organizaciones en lo que es “Minka Semillera”, que funciona en la casa de la semilla de CEDEPO. Además, hay otros compañerxs que se dedican a la comercialización, que están a cargo de la venta y el traslado de los productos al mercado solidario de Bonpland, que es un espacio colectivo que se creó junto a distintas organizaciones con este fin.

¿Qué es Minka Semillera?

Minka es un grupo de mujeres que producen semillas, representativas de sus organizaciones. 

¿Cómo conciben desde CEDEPO la educación popular? 

La educación popular para nosotros como organización, es una herramienta permanente de funcionamiento. Es la metodología, es la herramienta que nosotros tenemos para poder trabajar permanentemente. La idea es que nosotros, como organización, fortalezcamos un sector. La educación popular es eso, es una herramienta con la cual nosotros vamos trabajando absolutamente todo. Después sí, aparecen talleres puntuales que hay que hacer para formarse y tratar de que los compañeros entiendan también esta cuestión integral y de funcionamiento en relación a lo colectivo,  de alguna forma la educación popular es eso lo que propone. El enfoque de la educación popular es la forma, la metodología, esto de construir la realidad colectivamente, esta cosa de analizarla, de crear identidad dentro del territorio; es una metodología permanente. 

¿Nos podes contar como fueron los inicios de CEDEPO?

CEDEPO como organización nace en los 80 -que es cuando nacen casi todas las organizaciones sociales urbanas- en CABA con la vuelta a la democracia; aparecen SERPAJ, la organización IDEA, estaba la editorial Humánitas. Todas estas organizaciones estaban integradas por compañerxs que militaban cuestiones relacionadas a derechos sociales. Nace CEDEPO como una organización civil, con un trabajo previo, con una fuerte impronta territorial sobre todo en zona sur;  se abre un abanico de trabajo para abordar temas como género, sindicalismo, el tema campesino, por una relación con  organizaciones de Misiones y el sur Brasil ya que algunos compañerxs venían militando en Las Ligas Agrarias, y todo lo que tenía que ver con la ruralidad y el derecho a la tierra;  muy ligada a lo eclesiástico ecuménico, participaban curas de la pastoral social, anglicanos, evangelistas o sea no es por nada que nosotrxs seamos ecuménicos. También en esa época CEDEPO acompañó a un grupo de familias muy humildes, migrantes, gente analfabeta, que tomaron tierras en Solano. Esto permitió mediante un convenio con  la Provincia de Buenos Aires, que nuestra organización recibiera un subsidio en concepto de capacitación. Con ese dinero se compraron las tierras de lo que hoy es “La Parcela” en Florencio Varela. Compramos esta tierra porque era barata, porque nadie la quería, porque la tierra es horrible para producir.. Durante mucho tiempo un grupo de compañerxs veníamos los fines de semana a limpiar, cortar el pasto,  plantar árboles, cuidar y  mantener el espacio hasta que conseguimos un casero.

Con la llegada del “Menemismo” hubo una caída desde lo político y de la militancia, muchas organizaciones empezaron a desaparecer, a transformarse en otra cosa y nosotrxs  tuvimos que redefinirnos y Parcela se transformó en trinchera, un lugar de refugio político y por otro lado  comenzamos a pensarlo con perspectiva económica: un lugar donde producir y comercializar para poder sostener la organización. No sabíamos demasiado de lo productivo, así que fue un trabajo de aprendizaje. Lo político educativo como que estaba mucho mejor aceitado pero lo productivo no, lo productivo tuvo que aprenderse.

¿Cómo fueron recibidos acá en la zona? Como mujeres ¿Cómo se vivió eso?

En un principio no se involucraron los productores porque no es el sector productivo más fuerte de la zona de Varela, son tierras muy malas y la gente que se asienta viene a buscar un lugar para vivir más tranquilo, no hay cabeza productiva de este lado. Lo que sí había era mucha crianza de animales, que no requiere tanto mantenimiento.

Apenas llegamos haciéndonos responsables de la metodología de la educación popular, salimos a hacer un diagnóstico o sea presentarnos con los vecinos y ver “que corneta era lo que pasaba acá” cuáles eran las necesidades, como se manejaba la gente. Nos veían como los loquitos que plantaban árboles, lxs hippies que entraban a caminar a plantar árboles… salimos a presentarnos y vimos que lxs vecinos no se hablaban, que no tenían relación entre ellxs. Nuestra idea como educadorxs era armar una escuela rural con orientación en agroecología aca en el campo. En las visitas a lxs vecinxs lo que era muy sentido era el tema de salud, porque los chicxs se morían de enfermedades prevenibles como diarrea, las mujeres parían en las casas o en el carro cuando iban al hospital, no entraba nadie porque los caminos eran peores que ahora, se salía con tractor en esa época, las distancias eran muy grandes, no había celulares, no había nada. Era muy sentido eso, el tema de la salud y el trabajo. El chiste es que nos metimos el cuaderno ya saben donde y hasta el día de hoy no hay escuela en la zona, hay un jardín de infantes porque lo gestionó una organización social.

Comenzamos a pensar cómo trabajamos esto de la salud y pensar en qué salud…

 

¿ Cuál era la  concepción de salud de ustedes? 

No íbamos a traer a cualquier médico a atender acá, la gente es de otra forma, acá es rural, la gente viene con otra cosmovisión. Nos preguntamos ¿qué salud queremos hacer?, más allá de la identidad de la gente, si queremos respetar eso o no. Empezamos a cuestionarnos absolutamente todo, como buenos educadores populares, y a ver qué herramientas eran las que nosotrxs podíamos brindar a la comunidad para hacer eso. La única persona que teníamos a mano era mi vieja que era enfermera, una compañera que estaba terminando la carrera de medicina en La Plata, su hermana que era psicóloga y esos eran lxs compañerxs más cercanos que teníamos en relación a la salud. Como lo que la gente demandaba era salud decidimos preguntarles a ellxs que es lo que necesitaban, para ello los convocamos a una reunión, cuando íbamos a invitarlos nos decían “voy a ir, no hay que invitar a nadie, acá no va nadie, nadie, nadie va ir, nadie…” recuerden que los vecinos no se hablaban entre sí…

Hicimos la primera reunión y vinieron como cincuenta personas, les contamos quiénes éramos, qué recursos teníamos y les preguntamos, ¿ cómo podríamos encarar el proyecto?, luego de varias reuniones se decidió hacer el centro de salud. En La Parcela había una casita que teníamos que acondicionar porque está rotita, se llueve, poníamos excusas para darnos tiempo para organizarnos y nos pasaron por arriba, la gente vino y puso ahí lo que no tenía en su casa, “para el doctor, todo…” Nuestro placer y nuestra seguridad estaba en el hecho de ser educadores y hacer una escuela rural. La gente no sintió eso y lo que sintió fue salud y es el proyecto de la comunidad en CEDEPO que persiste hasta el día de hoy. Esto de hacer partícipe al otro en decidir qué salud queremos y de formarse como promotorxs, cómo construir ésto de la salud comunitaria y cómo hacerte partícipe de esa salud y cómo sacarte del pobrecito que se viene a atender, a tener un conocimiento, recolectar el conocimiento de la comunidad y hacerlos partícipes. Esto también tiene que ver con la educación popular, es dejar fortalecida a la comunidad, es la comunidad la que tiene que seguir adelante con esos procesos, hoy tenemos promotoras de salud que no están todas atendiendo en el centro de salud, están en el territorio capacitadas para poder atender a su comunidad, esto queda instalado. ¿Quién te lo quita? 

La comunidad ¿hizo suyo el proyecto?

Obvio, la sumamos a eso. Porque además, no es lineal el aprendizaje. Por suerte no lo es y no lo debe ser porque el contexto todo el tiempo cambia. Cambiamos nosotros, nos cambia el contexto. Esto de poder ir haciendo un análisis, yo creo que el primer taller de promotores de salud, pero ni por las tapas le llega a lo que debe haber sido el último taller de promotores de salud. Generación distinta, un CEDEPO distinto, un centro de salud distinto, un contexto político distinto, modificaron un montón de cosas, entonces, ¿por qué es necesario todo el tiempo analizar la realidad? Porque se modifica Y está bueno que se modifique. Ahora, si nosotros seguimos con el mismo librito, la misma receta por todo, creyendo que está buena por todos lados… Estamos en el siglo XXI, pasó la historia en el medio. Con el mismo librito, la misma receta al día de hoy, no va. Te pegás contra la pared. Le erraste fiero.

Particularmente, ¿cómo lo vivieron las mujeres de la comunidad?

La transformación en cuestiones de género, es de todos. No es solamente darle herramientas a la mujer para que salga de esa situación de opresión, sino transformar la cabeza de la comunidad. Entonces las compañeras salieron, viajaron solas. Les voy a contar un detalle de cómo era, lo fuerte que era el tema de poder salir de la casa, la autorización de salir de la casa, que fuera para algo lúdico. Porque una mujer puede salir a hacer las compras, puede ir a llevar a lxs pibes a la escuela, puede llevar a lxs pibes al médico, pero nunca nada que tenga que ver con el placer de ir a tomar una cerveza, algo impensado. Ni siquiera ir con la vecina a tomarte unos mates. Estás perdiendo el tiempo. También estaban lxs chicos, el grupo de pibitos,  fue necesario armar un grupo donde lxs pibes tuvieran un espacio lúdico, que era el de lxs más chiquitos. No había escuela, no hay iglesia, no hay plaza, no hay esquina, no hay donde se junten lxs pibes. Se juntaban en el centro de salud. Claro, cuando se venían a atender, la chorrera de pibitos jugaba entre sí, era el ámbito de socialización. Entonces, se armó el espacio joven, ahí salían un montón de cosas de lxs pibitos: problemas en la escuela, cosas en la casa, a los cuales también hubo que prestarle atención y darle solución a ese tipo de cosas. Ahí se genera toda otra cosa a partir de eso. Cuando hacíamos los talleres y de repente decíamos, bueno, estos pibes nunca vieron una película. Entonces hacíamos cine. Nada, con una pantalla de tele grande o a lo sumo con un cañón que teníamos proyectábamos películas. El placer y el disfrute de las madres armando pochoclo y viendo la película, peor que un pibe. Las madres tampoco, nunca había espacio lúdico para las mujeres. ¿Cómo lo armábamos para que tuvieran autorización de salir de sus casas? Esas cosas no estaban permitidas, esas cosas son pérdida de tiempo. Y me acuerdo que ahí dijimos, ¿cómo armamos esto acá? Entonces empezamos a armar talleres de macramé, por ejemplo. ¿Por qué? Porque esa cosa que ellas hacían era el pase válido para que fueran a su casa y dijeran, mira lo que aprendí.  Ojalá pudieran decir, como dicen ahora, tranquilamente me voy a tomar mate con mi amiga. En aquel momento era el peaje para poder volver a hacer otra actividad. Entonces armamos talleres de plantas medicinales, de yoga. Fue un show de cosas medio camuflado. Después se le puso nombre, pero era medio camuflado, es el espacio para las mujeres. 

¿Cómo fue la relación de ustedes con el Estado?

Esto de ser organización no gubernamental, además de ser asociación civil, da ciertas libertades. CEDEPO nunca tuvo como objetivo reemplazar al Estado. Nunca. O sea, transforma la realidad, da solución a cuestiones de emergencia, pero nunca suplirá al estado. Y ahí yo creo que también hay una cintura que tiene que ver con la capacidad estratégica de construir. Una cintura política de sentarse con quien sea que esté de gobierno de turno a dialogar en cuanto a las necesidades y las obligaciones del Estado en el territorio. Con quien fuese. Hubo más afinidad y fue más placentero de juntarse con alguno, sí. Con otro no tanto, pero bueno, era una obligación del Estado en el territorio. Así que como te dije, siempre esto, de que el Estado tiene que hacerse cargo. Y ahí articular con algunas cuestiones que pudieran facilitar el trabajo territorial. Así que la relación ahí fue estratégica para mí.

¿Cómo se diversificaron educación, salud y soberanía alimentaria?

Hace años atrás yo podía decir que una de las experiencias agroecológicas en Provincia de Buenos Aires éramos nosotros. Y es de ahí donde parte además CEDEPO, o sea, el centro de salud y todo lo que se construye alrededor de La Parcela nace desde la postura de la agroecología, cuando nosotros dijimos, vamos a trabajar en este territorio porque este es el espacio que tenemos. 

Entonces cuando vinimos, el desafío fue pensar que, además de la salud que nos está diciendo la demanda, acá hay que entrar a pegarle con la cuestión de la producción, la gente tiene que vivir de esto, o sea, el recurso la tierra, lo tenemos que explotar de alguna manera. Y ese fue un aprendizaje, pero mirándolo desde la mirada agroecológica, desde la agroecología. No es solo producir verduras sanas, sino que la agroecología toma la dimensión sociopolítica y tiene que ver con esta construcción de saberes colectivos, saberes ancestrales, de cómo nos pone  en dimensión en la producción, cómo construye propuestas de producción, de comercialización a nivel colectivo, cómo uno genera una política distinta a la hora de producir, incluso de vivir. O sea, de esta cosa de matarte por producir muchas hectáreas de acelga y fumigarla y venderla al mercado a un precio que te lo coloca el intermediario, a pasar a ser vos, dueño de tu planificación, de qué es lo que vas a producir diversificado y cómo lo vas a vender de una forma totalmente distinta; te cambia la forma de pensar colectivamente la producción y cómo querés construir una propuesta política comercial a través de eso. Y la salud, ahí metida. Porque lo que nosotros queremos es partir desde nuestras vivencias más ancestrales, de nuestra cultura, de nuestros conocimientos más ancestrales, ponerlos a disposición en cuanto a la producción, comercializar y vivir de esto. Y el vivir de esto tiene que ver con vivir dignamente.

Acá nos transformamos todos, o no se transforma nadie…

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