Por Paul Dani y Marcelo Alejandro Mosqueira
En el siguiente trabajo, los autores analizan alternativas de enseñanza vistas como estratégias pedagógicas desde la práctica educativa con una impronta lúdica y participativa. Explican lo beneficioso que resulta a los alumnos para que puedan adquirir competencias de reflexión e intervención en la sociedad
Este trabajo presenta las estrategias didácticas desarrolladas en el marco de la Materia Política, Estado y Educación de la Licenciatura en Gestión Educativa del Ciclo de Complementación Curricular del Instituto de Estudios Iniciales de la UNAJ con sede en Gral. Paz, Pcia. De Bs. As. Hace un tiempo hemos comenzado a transitar la experiencia de definir nuestra tarea docente desde dos cuestiones que consideramos centrales, una, la modalidad de pareja pedagógica porque el trabajo con el otro, nos permite ampliar miradas y lectura de la realidad, fortalecer las estrategias de enseñanza y los métodos que se utilizan. La otra cuestión es asumir la dinámica de trabajo que construya un espacio de reflexión y exploración de la dimensión lúdica y expresiva de los sujetos como dimensión central en la definición de las estrategias de enseñanza. Partimos de la concepción de que el juego es un componente posible y potente para la construcción de sentidos que se puede utilizar en los procesos educativos. Pensar la enseñanza desde la actividad lúdica nos permite generar instancias de participación de los sujetos, nos permite pensarlo como herramienta “dialógica” y proyectar la construcción de espacios más humanizados, y que se sostengan desde la aceptación y respeto de la otredad. El aula, en cada clase, es un territorio para disputar el sentido a la lógica meritocrática, al individualismo y a una perspectiva autoritaria de la vida. El espacio de clase no es un lugar donde se enseña democracia, sino que se vive democráticamente, y es el sentido central del entramado pedagógico y didáctico de nuestra tarea.
En estos tiempos de “oscuros nubarrones”, la tarea educativa es afianzar la democracia desde la práctica. La igualdad es nuestro punto de partida, no el punto de llegada. Construimos un aula donde el saber que porta cada sujeto se convierte en una herramienta para entender la interacción con el mundo complejo, desarrollar el pensamiento crítico y la creatividad. Entendemos que el aula democrática debe garantizar el derecho de todas y todos a acceder al conocimiento. Estamos convencidos que la potencia de nuestra modalidad de trabajo es que la o el estudiante son protagonista de la clase y, desde la experiencia corporal, son interpelados en sus posicionamientos éticos políticos. La estrategia apela a la acción, la reflexión sobre la acción y poder construir a partir de conceptualizar de forma situada, grupal y contextualizada los saberes, lo que Freire define como Praxis. La Propuesta interpela a las y los estudiantes para que reflexionen sobre lo vivenciado y a partir de preguntar(se) y trabajar con otras y otros, construya conocimientos. Desde el juego alentamos el trabajo colaborativo, creamos espacios donde la imaginación se expande, donde la diversidad de la otredad es considerada una potencia necesaria para la construcción colectiva de aprendizajes. Además, en la experiencia lúdica reflexionamos, se pone en tensión las lógicas que cada uno porta y la palabra de cada estudiante cobra valor.
El conocimiento es una herramienta fundamental para los sujetos en el desarrollo de la vida en la sociedad. Las y los docentes tenemos que ser conscientes de la tarea y responsabilidad de desarrollar una práctica educativa que le permita a los/las alumnos/as pensarse, reconocerse con sus particularidades y los respete como sujetos de derechos, pero que a su vez les permita acceder de manera óptima a los conocimientos y saberes necesarios para reflexionar e intervenir en la sociedad. Reconocer al otro, al estudiante, como un sujeto de derecho con saberes y modos propios de pensar, actuar y sentir, es un punto de partida ineludible para definir las estrategias de enseñanzas. Además de concebir el trabajo cotidiano como una práctica de experimentación y reflexión, de investigación y acción, clave en la reconstrucción del proceso de enseñanza-aprendizaje. En nuestras estrategias didácticas, “ensayamos y aprendemos nuevas formas de hacer y pronunciar el mundo, a través del cuerpo, las representaciones, las frases, los dibujos, las esculturas, las canciones, los juegos, la actividad lúdica. Hacemos visibles y le ponemos contenidos reales a nuestros sueños” (Algava, M 2005 pág. 9).
Las experiencias de enseñanza y aprendizaje que transitamos en cada encuentro tienen una fuerte impronta lúdica y participativa como herramienta. Lejos de querer asumirlo como simple herramienta o una más de tantas estrategias posibles, el juego porta en sí mismo un sinfín de aristas, prismas de enfoque que dan cuenta de su complejidad. Sostenemos la enseñanza desde los principios de acceso universal al saber y respeto a la diversidad. Asumimos la responsabilidad de entender a la enseñanza como productora de condiciones para el aprendizaje, el trabajo colaborativo, analítico y reflexivo.
Sin pretender adentrarnos en la esencia ontológica y existencial del juego, planteamos reconocer y respetar su esencia de libertad, aunque se de en un marco reglado y centrarnos en el sentido de tensión y alegría, ya que el juego nos propone ensayar, imaginar y tomar conciencia de ser de otro modo que en la vida corriente. No se trata de otra cosa que de una exploración, revisión e indagación de las propias prácticas desde una perspectiva lúdica con intencionalidad pedagógica a partir de ampliar la comprensión de los componentes esenciales presentes en la escena educativa. Implicar la “lúdica” en el aprendizaje, nos propone la construcción y reconstrucción de estrategias didácticas que serán orientadas, situadas y de alta significancia. En este sentido, la experiencia educativa, como señala Jorge Larrosa, será aquello que nos sucede, nos atraviesa y permite pensar en un sujeto en formación y en transformación.
En este contexto experiencial, la lúdica, se convierte en un elemento esencial de todo sujeto1, como componente de procesos educativos que permiten generar instancias de real participación de los sujetos. Así mismo es una herramienta que permite hacer entramados áulicos “dialógico” y más humanizados, más participativos y que se sostengan desde el “grupo” para la construcción de aprendizajes. Como educadores nos atraviesa la intencionalidad que tiene la tarea docente, y al ser una práctica social y política, está atravesada por el contexto histórico y con características complejas donde conviven en su interior distintas “voces” que en general tienen distinto valor de verdad. Esta mirada, supone revisar los sentidos, representaciones y conceptualizaciones de los espacios educativos y el formato tradicional de la escolarización. Ponemos en tensión el sentido uniforme, la imposición de una lógica didáctica, basada en ritmos únicos de aprendizaje, estrategias y experiencias educativas homogéneas, que construye un ideal de estudiante con un determinado dominio en el lenguaje, con ciertas exigencias cognitivas, instrumentales y de actitudes, que no representa a las y los estudiantes que habitan las escuelas de barriadas populares.
Las técnicas participativas que diseñamos para nuestros encuentros, distan de ser meros entretenimientos, están sostenidas desde una coherencia con la concepción de sujeto pedagógico que se sostiene en el paradigma del derecho social a la educación, con la opción y acción política, y con el objetivo de hacernos protagonistas de la construcción de nuestros territorios. Ponemos en el centro de la tarea la verdadera dimensión que tiene el cuerpo en el proceso del aprender-enseñar, ya que restablece el protagonismo de las y los estudiantes, dinamiza los debates, mejora las condiciones grupales, promueve y construye confianza y la dimensión lúdica del aprender. Desde nuestra propuesta pedagógica, ponemos en discusión las prácticas de enseñanza que se construyen desde la idea de lo que le falta o no pueden las y los estudiantes, sino que el eje del trabajo es la potencia y la posibilidad de cada sujeto.
El paradigma del derecho social a la educación atraviesa capilarmente el proyecto político pedagógico y opera como fundamento de nuestro accionar. Los dispositivos que desarrollamos se sostienen desde la alegría del juego, las actividades lúdicas y las técnicas participativas y recreativas. Nuestra alegría, entonces no será “pasatista”, efímera, fragmentada, nuestra alegría será porque nos atrevemos a “jugar”, pero también será porque nos “jugamos” por seguir luchando, contra la fragmentación, contra los derroteros prescritos que sentencian trayectorias de todo tipo, por no cejar en la habilitación de derechos.