
Por Lucía Trujillo-Salazar (CONICET-UNAJ-ICSyA), Facundo Barrera Insua (IdIHCS-CONICET/UNLP/UNAJ), Anabel Beliera (CONICET-UNComa, IPEHCS) y Belén Morris (UNLP- IdIHCS-CONICET).
Este artículo presenta hallazgos que el proyecto de investigación “El poder de la negociación sindical y la dinámica laboral. Un estudio en actividades económicas del Conurbano Sur (Berazategui, Florencia Varela y Quilmes)” encontró sobre el entramado productivo y laboral del Conurbano Sur, con foco en la industria metalúrgica y la acción sindical relativa a las condiciones de trabajo, los salarios y la producción.
La metalurgia es el corazón industrial del Conurbano Sur. En nuestro proyecto analizamos el quehacer sindical en grandes fábricas, medianas empresas y pequeños talleres, con realidades muy distintas pero unidas por la representación sindical de la UOM. Realizamos esta investigación en el marco de un proyecto financiado por la UNAJ que anima el estudio del territorio con el que la Universidad dialoga y articula a diario. Con datos estadísticos y voces de las delegadas y delegados en el territorio, buscamos comprender cómo se construyen mejores condiciones y derechos laborales, salarios, oportunidades de capacitación y bienestar, en un entramado donde el sindicato no solo negocia, sino que también transforma la vida cotidiana.
La investigación articuló dos estrategias metodológicas. Por un lado, un análisis cuantitativo con datos actuales poco utilizados, extraídos del “Mapa Productivo-Laboral Argentino”, una base desarrollada por el Centro de Estudios para la Producción (CEP XXI), dependiente del Ministerio de Economía de la Nación. Esta herramienta nos permitió observar por municipio y por sector, cómo está compuesta la estructura productiva y del empleo formal en la región. Y, por otro lado, entrevistas en profundidad con delegadas y delegados sindicales de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), que nos relataron en primera persona cómo se construye lo sindical en medio de realidades laborales distintas.
Esta combinación de fuentes estadísticas y testimonios del territorio nos permitió construir un diagnóstico situado. Una mirada doble que es, al mismo tiempo, un aporte académico y una herramienta política para el territorio.
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Diferentes espacios de trabajo y realidades
Los datos nos mostraron que el peso de la industria en la región sigue siendo relevante y allí la Metalurgia aparece como un sector clave: si se consideran todas las subramas (productos de metal, maquinaria, metales comunes, equipo eléctrico), reúne al 23% del empleo registrado industrial de la zona. Una de cada cuatro personas empleadas en la industria está bajo convenio de la UOM.
Sin embargo, no todos los establecimientos son iguales. Hay grandes empresas con cientos de empleados, pero también talleres familiares con apenas 3 o 4 trabajadores. Esta heterogeneidad productiva afecta todo: desde el tipo de tareas que se hacen, hasta los salarios, los ritmos de trabajo, la seguridad e higiene en las tareas desarrolladas, la estabilidad y también las posibilidades de organización sindical y el poder para la negociación en las fábricas.
Las brechas salariales son un buen ejemplo: en las grandes fábricas, los salarios pueden duplicar o triplicar los de los talleres más pequeños. Esto se explica por mayor productividad, capacidad de pago por rentabilidad, premios e incentivos adicionales. Aunque todos están bajo un mismo convenio que establece pisos salariales y condiciones laborales, en las pequeñas fábricas o talleres esos pisos se vuelven techos: funcionan como un horizonte al que aspiran llegar los trabajadores, y usan el convenio colectivo de trabajo como una normativa para demandarlos.
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¿Cómo se construye poder sindical en medio de tanta heterogeneidad productiva?
Ahí es donde entran las voces del territorio. Las entrevistas que realizamos con delegadas y delegados de la UOM, nos abrieron una ventana clave para entender qué significa “construir un sindicato” en este contexto.
“Cada fábrica es un mundo”, nos decía un dirigente. El sindicato representa a todos los trabajadores, con realidades muy disímiles. No es lo mismo negociar en una multinacional que en un taller de barrio, ni ser un delegado con cientos de compañeros que uno que representa a unos pocos.
Sin embargo, lo que se ve es que la acción sindical se adecúa a esos contextos diferentes y busca construir unidad en la diversidad. En los talleres, los vínculos cara a cara generan confianza y contención. En las empresas más grandes, hay más institucionalización, pero también más distancia entre los actores. Y en el medio, mucha gestión cotidiana: desde negociar condiciones de trabajo hasta acompañar situaciones personales de los trabajadores. Porque la delegada o el delegado, como nos decían, muchas veces son también “psicólogos, contadoras, referentes barriales o consejeros”.
Ahora bien, esta acción sindical diaria se apoya en algo fundamental: la existencia de pisos comunes de derechos garantizados por la negociación colectiva centralizada en el sector de actividad. El Convenio Colectivo 260/75 de la UOM no solo fija categorías y salarios mínimos para todas las ramas de la metalurgia, sino que establece un marco normativo que protege a todos los trabajadores del sector, estén o no afiliados, trabajen en una multinacional o en un pequeño taller.
Gracias a esta negociación por rama, los salarios no parten de cero. Hay una base —el “salario de convenio”— por debajo de la cual no se puede pagar ningún salario. Y si bien hay empresas que pueden mejorar esos pisos mediante premios o adicionales, lo cierto es que, sin ese piso común, las brechas salariales serían todavía mayores. Lo mismo pasa con ciertos derechos laborales: los conflictos en los pequeños talleres, muchas veces tuvieron que ver con demandas por ropa de trabajo, tiempos para almorzar o límites a la extensión de la jornada laboral. Nuevamente, sin ese piso común para demandar, las condiciones de trabajo podrían ser más precarias.
En este sentido, la fortaleza de la negociación colectiva sectorial es clave dado que no solo mejora condiciones en las fábricas más organizadas, sino que arrastra hacia arriba al resto, incluso en contextos de debilidad sindical o informalidad creciente. Es allí donde el rol de las y los delegados cobra una importancia estratégica: son quienes, en el día a día, garantizan que ese “piso” se cumpla y luchan por ampliarlo.
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¿Cuáles son los aportes que buscamos hacer desde el proyecto “El poder de la negociación sindical y la dinámica laboral. Un estudio en actividades económicas del Conurbano Sur (Berazategui, Florencia Varela y Quilmes)”?
El proyecto pretende brindar herramientas para entender qué pasa hoy con el trabajo y la organización sindical en la industria metalúrgica del Conurbano Sur con una mirada donde el conocimiento se produce desde el territorio, con datos menos trabajados y reflexiones de los propios actores.
Lo cierto es que la forma en que se organiza la producción condiciona las posibilidades de vida y de transformación de esas condiciones. Y lo que también evidencia es que la existencia de marcos colectivos de derechos —como el convenio por rama— junto con la acción cotidiana de los delegados/as en las fábricas, son pilares para sostener y mejorar la calidad del empleo en contextos adversos.
Finalmente, en el marco de las actividades por el Mes de la Investigación en febrero de 2025, organizamos un encuentro y debate con delegados sindicales, como parte de las actividades de vinculación y transferencia del proyecto. Ahí no solo compartimos los principales hallazgos del trabajo, sino que también escuchamos sus experiencias, miradas y críticas. En dicho espacio se promovió un diálogo horizontal de ideas, para la construcción de conocimiento entre la universidad, los actores y la comunidad.
Ese intercambio no se limitó a las cuestiones salariales o de condiciones laborales, sino que surgieron otros temas como el lugar que van ganando las mujeres en los procesos productivos de la industria metalúrgica. Se valoró especialmente su habilidad en tareas técnicas, compromiso, responsabilidad, y también su participación, todavía incipiente, pero en crecimiento, en espacios de conducción sindical. También hubo referencias al contexto actual y se señaló la importancia de contar, en un escenario económico complejo, con un Ministerio de Trabajo de la Provincia de Buenos Aires que refuerce el rol fiscalizador de las relaciones laborales. Otro aspecto clave que se destacó fue el rol del sindicato en la formación y capacitación profesional, en una amplia oferta que va desde soldador calificado hasta programador para los procesos más automatizados. No solo dentro de las fábricas, sino también en espacios creados específicamente para eso, como el Centro de Formación Profesional Felipe Vallese, que funciona en el predio de la UNAJ, impulsado por la UOM y la Fundación Fundemos. Además, en la Universidad también se constituyó de manera oficial el Centro de Formación Laboral 410 .
Todo esto muestra que el sindicato no solo pelea por mejores sueldos o condiciones laborales. También tiene un papel fundamental en garantizar que los trabajadores puedan capacitarse de forma continua y mejorar su desempeño en el trabajo, sin perder de vista la dignidad y los derechos.
Para conocer más, en este link se encuentran las publicaciones de los resultados de nuestra investigación.