Por Gustavo Tito y Osvaldo Cappannini
… La noche había descendido a la casa de Megafón, al barrio, a la ciudad y al mundo. Sobre la gran mesa del comedor Patricia Bell instalaba copas y fuentes con aceitunas, maníes, cholgas, quesos, nueces, almejas y salamines cortados en rodajas. Luego se fue y volvió con cierto botellón de vino que su consorte recibió en el trance de una beatitud a mi entender excesiva. —El vino es de Salta —me reveló él, llenando las copas. Y teniendo su mano sobre las fuentes como para bendecirlas, enumeró así: —Aceitunas de Cuyo, nueces de La Rioja, salamines de Tandil, quesos de Chubut, maníes de Corrientes, almejas de Mar del Plata, cholgas de Tierra del Fuego. —¿Un mapa gastronómico de la República? —le dije yo entre humorístico y desconcertado. —Eso es —repuso Megafón—. Conozco estas frutas y conozco el ademán y la cara de los hombres que las cosecharon. Necesito agarrarme a estas frutas y aquellos hombres para saber que todavía estamos en un país real…
Megafón o la Guerra, Leopodo Marechal
La relación de las Universidades Nacionales con el territorio, quedó ya definida en la Reforma del 2018, cuando se establecieron las tres misiones que tiene la Universidad: la educación, la investigación y la extensión. La primera va de suyo, es casi la exclusiva, que no comparte con otras instituciones de ciencia y técnica. En cambio, con la investigación, compite o comparte con otras organizaciones. De las tres la que ha sido siempre la hermana menor, es la extensión. En plena Reforma fue una reivindicación:
… y la Universidad, si quiere dejar de ser un parásito y una execrable escuela de castas debe abrirse como una flor a todos los vientos, debe enviar su perfume a todas partes, debe vivir la vida de todos y tener por límites el horizonte. Basta de profesionales sin sentido moral, basta de pseudo aristócratas del pensamiento, basta de mercaderes diplomados; la ciencia para todos; la Universidad del mañana será sin puertas ni paredes, abierta como el espacio: grande…
“En la hora del triunfo”, FULP, 16 de julio de 1920
La Reforma se plantea una Universidad abierta, habla de “abrirse como una flor a todos los vientos” marcando una direccionalidad de la relación. Acá el problema es de la Universidad que necesita salir, ampliarse, en definitiva, extenderse. Esa cualidad de la extensión de ir de la Universidad a la Comunidad, de extenderse con sus saberes hacia la Comunidad que los necesita (y que no los tiene), se ha emparentado con la educación bancaria, a decir de Paulo Freire, quien cuestiona esa relación asimétrica y en contrapartida como opción propone la Comunicación. De este modo, Freire empareja, al menos el flujo de información entre la academia y el mundo circundante. Comunicar, es un primer paso en la relación entre actores.
Ahora bien, todo cambia cuando nos situamos. Ya no se trata de la academia llegando con sus brazos fuera de sus límites, sino que además de Universidad y Comunidad hay un tercero en juego que es el Territorio. Aun así, si definimos el Territorio como el lugar donde la Universidad va, la idea de extensión sigue siendo válida; pero si lo definimos como el lugar donde la Universidad esta, el concepto de extensión nos queda corto.
El lugar donde vivimos: el territorio periurbano
El borde periurbano establece un área de amortiguación (y de conflicto) entre el medio urbano y el rural. El periurbano es un “territorio de borde” sometido a procesos económicos relacionados con la valorización capitalista del espacio, como consecuencia de la incorporación real o potencial de nuevas tierras a la ciudad. Es un espacio en situación transicional, en transformación, intensamente sometido a la acción antrópica. En este espacio se producen una serie de interrelaciones ecológicas entre dos conjuntos aparentemente dicotómicos u opuestos: el campo y la ciudad. Se trata de un paisaje físico y social altamente heterogéneo y posee una secuencia de intensividades decrecientes en el uso del suelo, partiendo desde el borde de la ciudad. Aquí se diferencian zonas donde se despliega la expansión de nuevos frentes de urbanización dispersa (barrios cerrados, clubes de campo, hoteles, clubes, asentamientos populares, etc.), otras donde se localizan actividades segregadas de las áreas densas del tejido consolidado (rellenos sanitarios, industrias contaminantes, tosqueras, ladrilleras, etc.) y zonas de producción agropecuaria (Pares 2009). Y en ese espacio está situada la Universidad Nacional Arturo Jauretche; allí están y viven los y las estudiantes, juntocon otros actores y otras actoras.
¿Quiénes son actores y actoras?
Es muy importante que, en una intervención, se aclare previamente qué actor/ra va a ocupar el rol protagónico. Para ello necesitamos definir como actor/ra clave a aquel/lla que, puede hacer girar la rueda; es decir, que constituye un engranaje que tracciona el desarrollo de una Comunidad, por todo o gran parte del ciclo. Sobre ese actor/ra (y otros/as que puedan cumplir ese rol) debe focalizarse la estrategia.
En nuestro caso vamos enfocarnos en la agricultura familiar que definimos como un tipo de producción donde la unidad doméstica y la unidad productiva están físicamente integradas. Para los/as agricultores/as familiares, la agricultura es un recurso significativo en la estrategia de vida de la familia, pues aporta la fracción predominante de la fuerza de trabajo utilizada en la explotación y donde la producción se dirige tanto al autoconsumo como al mercado. En definitiva, la agricultura familiar es una actora clave, porque produce, puede dar valor agregado y comercializar los alimentos, y lo hace vinculándose con otros/as actores/as. Focalizar en la agricultura familiar implica potenciar una estructura de sostén, que permite la producción y que es necesario mantener para la sostenibilidad del agroecosistema.
Volviendo al concepto más clásico de la extensión-transferencia, se considera que los actores/ras son los que están en el territorio, por ejemplo, la agricultura familiar, además de otros/as que viven y habitan allí. Y los/las extensionistas son los/as que “llegan” al territorio interviniendo desde afuera, sin pertenencia con el territorio y haciendo eje en la transmisión de conocimientos académicos. Esta relación de transferencia tiene un telos un a donde queremos llegar con la extensión, y en el caso de la agricultura familiar, depende mucho del modelo de producción hegemónico.
Frente a la agricultura convencional, altamente dependiente de insumos, se opone la agricultura agroecológica sostenida en acudir a procesos amigables con el medio ambiente. En la agricultura familiar periurbana en particular cabe preguntarse a través de cuáles propuestas y recorridos será posible concretar la transición de la primera hacia la segunda. En este contexto resulta trascendental profundizar en la idea de vinculación territorial distinguiéndola de la de extensión más tradicional y discutir la figura de actores y actoras en el territorio. O dicho de otra forma, si se pretende proponer a productores y productoras convencionales iniciar un camino que vaya desde la alta dependencia de insumos hacia aumentar la dependencia de procesos (esto en términos prediales seria depender cada vez menos de lo que viene de afuera del sistema y potenciar cada vez más lo que tenemos dentro del sistema) surge como necesario un marco conceptual de intervención, que supere la transferencia-extensión más clásica debido a las limitaciones que la acompañan. Mencionemos algunas:
- la comunicación vertical de conocimientos, que
- pone distancia entre el/la productor/ra y el hacer propuesto desde la academia (esa distancia, que ubica al conocimiento como un insumo más, impide que el/la productor/ra se apropie de lo recomendado generando distorsiones en la aplicación ya que carece de una adecuada “traducción” a la situación local que vive el/la productor/ra);
- acentúa la pasividad de la sociedad respecto de la generación de conocimiento, reforzando el paradigma de lo académico como único elaborador de saberes válidos: Es una pretensión de “universalidad” y de “única verdad” del conocimiento generado por parte de la academia (no se respeta ningún otro saber ni se admiten articulaciones con otros saberes) que deriva, muchas veces, en recomendaciones tipo receta desconectadas de la situación socioeconómica de el/la productor/ra
- dificulta la recuperación y evaluación de saberes propios de los/las productores/ras (profundizando el efecto anterior mencionado);
- la unidireccionalidad: el recorrido se produce siempre desde la academia hacia la sociedad para transformar a esta última; la docencia dentro de la academia raramente se ve modificada por la sociedad en la que se encuentra inmersa. Aun cuando, en los últimos tiempos y en algunas instituciones, se propugna un diálogo entre ellas y la sociedad, implicando una cierta simetría en la relación, resulta difícil encontrar simetrías que impliquen la modificación directa (la acción) generada por, por ejemplo, productores/ras sobre actividades de aula o recorridos de aprendizaje. Es decir, el “diálogo” queda justamente reducido a eso, con escasa incidencia en el devenir académico;
- la “biconexión”: solo está prevista la interacción entre la academia y algún o algunos grupos sociales pero no se imagina el aliento de otras comunicaciones y/o acciones, por ejemplo, entre diferentes miembros del tejido social o, menos aún, interacciones entre diferentes miembros del ámbito académico que redunden en transformaciones de su estructura de funcionamiento, con reformulación de objetivos y acciones.
Aquí es donde aparece la idea de vinculación territorial que no es extensión y no es solo comunicación. No constituye un enfoque de extensión en el sentido clásico de la educación bancaria o el difusionismo comunicacional, donde la institución estatal (Universidad, INTA, Gobierno Local, etc.) se “extiende” saliendo de sus límites hacia la comunidad, y “transfiere conocimientos” o bien toma información que procesa internamente y luego puede o no volver a transferirla. Tampoco es, al decir de Freire, una propuesta exclusiva de comunicación, pues si bien hay un ida y vuelta de información, en la vinculación se puede establecer un mayor compromiso entre actores y actoras para la acción inmediata. La vinculación resignifica el concepto de actor/a del territorio. Los actores/ras somos todos y todas, incluyendo a los/as productores/as y las instituciones que también actúan en el territorio, aunque en forma similar a una obra de teatro: todos/as juegan roles distintos.
La vinculación además se entiende en su triple acepción: nexo, propiedad en común y “link”. La vinculación territorial como nexo con el otro, se reconoce cuando actores y/o actoras comparten algún tipo de nexo y existe algo en común. Centralmente, actores y actoras tienen en común el territorio, se vinculan porque son del mismo territorio. Aquellos actores y aquellas actoras que deciden intervenir en el territorio, se vinculan con un productor/ra y viceversa, estableciéndose una relación virtuosa, en un aire de confianza, donde cada uno/una sabe lo que el otro o la otra necesita y puede dar. Resulta un vínculo donde ambos se necesitan y potencian la relación. Los productores y las productoras al mismo tiempo, tienen nexos con otros y otras actores/as de la cadena de producción y consumo que están en el mismo territorio.
La vinculación territorial también implica una conexión con algo propio del conjunto de actores y actoras. El territorio (o unos bienes concretos) quedarán siempre asociados a una comunidad, pues irían pasando de generación en generación por la totalidad de sus integrantes. Por otra parte, actores y actoras además de vincularse entre sí, se vinculan simultáneamente con el territorio en el sentido amplio del término,: espacial, social, económico, simbólico, agroecológico, etc. El territorio puede ser jurisdiccional (por ejemplo, la totalidad de actores y actoras son de Varela, de Berazategui), simbólico (por ejemplo: productores/as agroecológicos/as con consumidores/as que demandan productos agroecológicos) y varias otras acepciones del término (patrimonial, cultural, etológico, etc.). Productores y productoras también son los de la “zona”. Actores/as y productores/as son y están en el mismo territorio. Cada actor/a es lo que es porque está en el territorio y lo comparte
Por último, hay que enfatizar la vinculación como interconexión del conjunto de actores y actoras del territorio. Una acepción “práctica” de esta vinculación puede representarse mediante el término en inglés “link”: un objeto se vincula a otro, se linkea, se “encadena” pero constituyendo una red. Gracias a la vinculación, actores y/o actoras o sus acciones están unidos/as y alguien que interviene puede relacionarse de uno/a a otro/a o conocer a uno/a por el otro/a. Se puede así recorrer el capital social del territorio. En definitiva, se van conociendo-vinculando en red en todo el territorio: productores/ras presentan y conectan a actores/as con vecinos/as, comerciantes, familias, técnicos/as, gobierno local, y actores/as conectan a los/las productoras/res con estudiantes, docentes, académicos/as, consumidores/as. En definitiva, se despliega para cada actor/ra el capital social de cada uno/a, poniendo ese capital a disposición del otro, de la otra.
Volviendo al territorio, pensando en el Desarrollo
Los sistemas productivos de base agroecológica están en condiciones de satisfacer la creciente demanda de mercados emergentes en consumidores/as que incorporan el valor ambiental y social en los productos agroalimentarios. Además, pueden aportar a la solución de conflictos sociales vinculados a la exclusión de actores, por ejemplo, proteger el ambiente y la salud en áreas periurbanas planteando alternativas productivas de base agroecológica. El proceso para una producción agroecológica situada en el Periurbano requiere una participación fuerte del Estado a través de políticas que den soporte a los procesos de cambio, que apoyen la conformación de grupos con metodologías participativas y estrategias organizacionales, generando fuentes de trabajo, promoviendo el arraigo, mejorando el nivel de ingreso del productor, dinamizando la economía local y estimulando el entramado social. También fomentado Mercados alternativos, locales, cadenas cortas y descentralizadas de comercialización.
Pero eso no es suficiente si a la estructura de producción agroecológica no se la acompaña de una propuesta de vinculación activa de un soporte académico que, al mismo tiempo, permita la incidencia de la producción en el ámbito formativo específico. Resulta así necesario generar lugares pedagógicos que articulen una profunda formación en el conocimiento académico establecido con acciones de vinculación territorial durante el recorrido de aprendizaje y que, al mismo tiempo que canaliza posibles transformaciones del contexto productivo, motorice reformulaciones de lo institucional que potencien todo el proceso.
Bibliografía
- Biagini, Hugo E. (1999). «El movimiento estudiantil reformista y sus mentores». En Biagini, Hugo, ed. La Universidad de La Plata y el movimiento estudiantil. La Plata: UNLP. pp. 163-209. ISBN 950-34-0130-5.
- Castro, Felipa (2016). «Educación superior universitaria y la cuestión indígena. Legado y debate en el marco de los 400 años de la Universidad Nacional de Córdoba y de los 95 años de la Reforma Universitaria». Universidad Nacional de Córdoba.
- Freire, Paulo (1984). ¿Extensión o comunicación? La concientización en el medio rural, Edición Siglo XXI ISBN 968~23-0165-3