
Por Andrea Del Bono – UNAJ
Este número de Territorio reúne experiencias diversas que vinculan universidad, trabajo y territorio para enfrentar las desigualdades del mundo laboral contemporáneo. Desde la agricultura familiar periurbana hasta la industria metalúrgica, pasando por pymes, formación profesional, memoria industrial y prevención de la violencia en el trabajo, los artículos muestran cómo la universidad pública interviene —junto a organizaciones, sindicatos y comunidades— en procesos reales y complejos. Más que casos aislados, son ensayos de construcción colectiva de saberes y de acción transformadora, que invitan a repensar el papel de la universidad en un mundo del trabajo cambiante.
El vínculo entre universidad, trabajo y territorio no es un vínculo lineal. Está hecho de idas y vueltas, de iniciativas que nacen en las aulas y encuentran su fuerza en los barrios, en las cooperativas, en las fábricas y en los campos periurbanos. Este número de Territorio retoma ese pulso y lo transforma en relatos concretos: experiencias que, desde ángulos muy distintos, interpelan las desigualdades del mundo laboral y ponen en cuestión el lugar de la universidad pública en ese escenario.
No es casualidad que hayamos elegido como eje “Universidad y trabajo: experiencias, desafíos y apuestas territoriales frente a las desigualdades”. La universidad, al menos cuando se asume como actor social, no se limita a formar recursos humanos ni a producir artículos científicos; también se involucra en las tramas donde se definen las condiciones de vida y de trabajo. Esa intervención, por momentos, incomoda; por momentos, transforma. Y nos obliga a preguntarnos: ¿cómo se construye conocimiento cuando los problemas son urgentes, los actores son múltiples y las asimetrías, evidentes?
En los últimos años, además, el mundo del trabajo cambió de maneras que todavía estamos tratando de entender. La digitalización penetró en oficios y profesiones, reconfiguró tiempos y espacios laborales y abrió nuevas brechas entre quienes acceden a tecnología y quienes quedan al margen. La economía del cuidado, largamente invisibilizada, empezó a ser reconocida pero sigue concentrando desigualdades de género. Y la fragmentación productiva —pymes que dependen de insumos importados, microemprendimientos, plataformas digitales— hizo más complejas las estrategias sindicales y empresariales. En este contexto movedizo, la universidad pública enfrenta el desafío de pensar, junto a los actores del territorio, qué saberes se necesitan para sostener derechos y construir alternativas.
Los artículos que componen este número funcionan como ventanas hacia esa pregunta. En ellos aparecen mujeres de la agricultura familiar, pymes industriales que buscan sobrevivir en contextos inciertos, trabajadoras y trabajadores que se forman para enfrentar la violencia laboral, estudiantes que reconstruyen memorias fabriles, equipos que diseñan oficios para nuevas generaciones, y delegadas sindicales que reinventan la acción colectiva en un entramado productivo fragmentado. Si se los lee en conjunto, se advierte un hilo común: la universidad no actúa “sobre” el territorio, sino con el territorio, y al hacerlo transforma también sus propias prácticas de investigación, docencia y vinculación.
Vale detenerse un momento en cada experiencia.
El trabajo de Carolina Diez y Natalia Prozman muestra como, en el cordón hortícola de Florencio Varela, las mujeres no solo producen alimentos, también sostienen redes de cuidado y comercialización que desafían la intermediación. Allí la vinculación universitaria asume una pedagogía feminista basada en la escucha y en metodologías situadas, desnaturalizando desigualdades de género y fortaleciendo capacidades colectivas.
En otro registro, María Alejandra Esponda y Andrea Suárez Maestre recuperan tres casos de pymes industriales locales para ilustrar la heterogeneidad de estrategias productivas y laborales. Desde un conflicto sindical “de guerra” en una metalúrgica hasta la planificación minuciosa de una farmacéutica dependiente de insumos importados, pasando por la ingeniería inversa de una química que sustituyó productos clave, se despliega un panorama que combina resiliencia y vulnerabilidad. El texto subraya que la articulación con la universidad puede ser un recurso estratégico para innovar y formar personal calificado en contextos de crisis.
Fernanda Carrizo y equipo (Bottini, Carpani, Tagliabue y Partenio), por su parte, relatan la experiencia del “Curso Convenio 190 OIT”. Allí, más de 180 trabajadores y trabajadoras de la administración pública se formaron para prevenir y abordar la violencia y el acoso en el trabajo. La propuesta no se limitó a transmitir contenidos: construyó un espacio federal, con tutoras que acompañaron procesos de aprendizaje y con dinámicas participativas que valoraron trayectorias diversas. De ese proceso emerge un desafío nuevo: diseñar una caja de herramientas comunicacionales que permita seguir actuando sobre el problema más allá del curso.
Juliana Frassa nos lleva a Villa Elisa, La Plata, donde la historia de la ex empresa metalúrgica OFA se convierte en un laboratorio de memoria y acción comunitaria. Estudiantes, organizaciones sociales y extrabajadores se juntan para reconstruir trayectorias laborales y disputar el sentido de un predio abandonado. La universidad, en este caso, no es una mediadora neutra, sino parte de una movilización de saberes que reactiva la dimensión política del patrimonio industrial.
María Elena Zambella y Christian Pidalá presentan la trayectoria del Centro de Formación en Oficios de la UNAJ. Desde 2017, este espacio articula demandas del sector productivo local con trayectorias de trabajadores y con la oferta de carreras de grado. Programación, Industria 4.0, impresión 3D, energías renovables: cursos que, en muchos casos, son la puerta de entrada a trayectorias universitarias más largas. Aquí se ve con claridad cómo la formación profesional puede integrarse a una “ecología de saberes” en la educación superior, ampliando derechos y oportunidades.
Finalmente, el equipo de Lucía Trujillo-Salazar (Barrera Insua, Beliera, Morris) analiza la industria metalúrgica del Conurbano Sur a través de datos estadísticos y entrevistas a delegados de la UOM. El panorama es heterogéneo: grandes fábricas y talleres pequeños, brechas salariales, ritmos y condiciones dispares. Sin embargo, también aparece la fortaleza del convenio colectivo sectorial como piso de derechos y la acción cotidiana de los delegados para sostenerlo. El artículo destaca la creciente participación de mujeres en procesos productivos y espacios sindicales, así como el rol del sindicato en la formación profesional.
En conjunto, estos trabajos no solo narran proyectos; dibujan un mapa. Un mapa de prácticas universitarias que se atreven a entrar en terrenos complejos —la precarización, la violencia laboral, la fragmentación productiva— para pensar alternativas. También muestran que la universidad aprende de esos procesos: ensaya metodologías participativas, integra docencia, investigación y vinculación, y asume que la producción de conocimiento es, al mismo tiempo, una forma de acción social.
Este número de Territorio quiere ser, entonces, más que una compilación de experiencias. Quiere ser una invitación a mirar el trabajo y la universidad desde los bordes: allí donde se producen alimentos en el periurbano, donde una pyme diseña repuestos para sobrevivir, donde un sindicato forma a sus afiliados para nuevos desafíos tecnológicos, donde un curso virtual abre un espacio de diálogo federal. Son escenarios distintos, pero todos expresan un mismo horizonte: pensar y actuar desde la universidad pública para achicar desigualdades y fortalecer derechos en el mundo del trabajo que viene, cambiante y desafiante, pero también lleno de posibilidades.
Finalmente, este número no busca clausurar debates, sino abrirlos. Las transformaciones del trabajo no se detienen y exigen, cada vez más, espacios de reflexión y acción compartida. Por eso Territorio quiere seguir siendo un lugar de encuentro: un laboratorio donde las prácticas de vinculación, la investigación y la docencia se piensen juntas y se renueven en diálogo con las comunidades. Invitamos a que estos relatos despierten nuevas preguntas, inspiren alianzas y alienten a la universidad pública a seguir construyendo, con los pies en el territorio y la mirada en el futuro, alternativas que amplíen derechos y oportunidades en un mundo laboral en constante cambio.