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Editorial Nº1

 

Por Astor Massetti y Julián Dércoli

 

Una publicación anhela ser un espacio de reflexión y de discusión para potenciar la acción colectiva. A su vez, la escritura que supone una revista implica un intento de síntesis y de sistematización para la conversación con otros; conversación que al mismo tiempo es el punto de partida de las experiencias que aquí buscan registrarse, pues acaso no es la extensión principalmente comunicación. Por todo esto, decimos que si la extensión es comunicación no hay nada más pertinente para esta función que editar una revista que exprese las formas de saber que aquella supone. Pues acaso no es la extensión una forma distinta que la universidad tiene para construir diálogos con actores, problemas y preguntas que no entran a la universidad, o que lo hacen a través del  tamiz de la mirada específica que suponen las disciplinas establecidas. En este punto sostenemos que la extensión le aporta a la universidad y a la producción de saberes una mirada que pretende reconstruir la variedad y multiplicidad de determinaciones que hacen a los problemas y desafíos de nuestras sociedades. O sea, entendemos a la extensión como una forma de saber que se da en la universidad y que supone integración de teoría y práctica e interdisciplinariedad. Y queremos que Territorio sea un medio para promover esta perspectiva.

Claro que muchos de los interrogantes que abren esta editorial forman parte de las discusiones sobre la función sustantiva de la extensión que vienen dándose en nuestro país y en nuestro región hace mucho tiempo, y son también preguntas que impulsaron el trabajo sostenido en el área por parte de la Universidad Nacional Arturo Jauretche en sus más de diez años de existencia. Pero todas estas inquietudes volvieron a adquirir mayor centralidad cuando el Rector tomó la determinación de transformar la curricularización en un área funcional, en una Dirección de la universidad. El inmenso impulso y protagonismo que había tomado el voluntariado Vicente Ierace durante la pandemia justificaba con creces las expectativas respecto a la capacidad de los dispositivos pedagógicos extracurriculares para aportar a los procesos dictados de materias y para complejizar los planes de estudios de las carreras agregando experiencias novedosas que actualizaran los contenidos. Por lo tanto, comenzamos a trabajar en esa línea con mucho entusiasmo, y pronto nos dimos cuenta que para aprovechar al máximo este impulso había que superar algunos “cuellos de botella”. Especialmente los  pocos consensos en referencia a qué significa la transferencia entre actividades curriculares y no curriculares, y por supuesto aspectos administrativos y formales que no diseñados para efectivizar esa transferencia ponen límites de partida. El rumbo de trabajo en esos procesos es por supuesto múltiple y diverso, y tienen por lo menos dos elementos estratégicos que estructuran el proceso de cambio institucional que requiere la incorporación de la noción de curricularizacion en el cotidiano: el primero de ellos es consolidar los conceptos, creencias, valores y objetivos, los consensos que emanan del intercambio entre quienes desarrollan en su actividad docente e investigativa acciones de vinculación orientadas a la recuperación de conocimientos producidos en, con y para el territorio. La comunidad de personas que están trabajando en los procesos de curricularización de la vinculación y/o de actividades de trabajo en y con el territorio deben tener un espacio de intercambio a fin de fortalecer los grupos más activos e interesados en esta línea de trabajo y de promocionar, dentro de la variedad de actividades que se realizan dia a dia (el caleidoscopio que explica la suculenta diversidad que es la universidad). Estas actividades están presentes y aportan importantes avances conceptuales y políticos dándole una impronta irrenunciable a nuestra universidad. Pero muchas veces quedan invisibilizados.

El segundo eje de trabajo para aquel cambio es el de ampliar la visibilidad de las actividades y dinamizar espacios de discusión, difusión e intercambio periódico que nos permitiera sistematizar y poner en valor toda la actividad voluntaria y de vinculación que ya se viene realizando en la universidad. Agregándole, además, el valor agregado de la producción textual  que siempre es en el ambiente universitario un valor incalculable.

La creación de una revista digital es una herramienta valiosa para las líneas de trabajo que y las metas que estamos persiguiendo ¿Y cómo debería llamarse sino “Territorio”? Nombre que resume bastante  bien nuestros objetivos y anhelos. La metodología de trabajo de la revista adquiere un modelo participativo en el cual la dirección de cada número es rotativa; permitiendo de esta manera que se expresen de manera equilibrada todos los grupos de trabajo y todas las perspectivas por igual. Digital y colaborativa es un modelo de producción textual dentro de la universidad que ya tiene unos años de antecedente y que definitivamente tiene resultados excelentes que queremos seguir replicando. Invitamos entonces a toda la comunidad académica de la universidad y de la zona a participar en la producción de este dispositivo. Con la ambición que Territorio prospere, y entre todes construir consensos y divulgar experiencias que aporten saber para la transformación social y para el bienestar de nuestro pueblo.

 

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