Por Laura Itchart, coordinadora Prácticas Culturales/IEI UNAJ
un falcon verde en un pasillo de la universidad
el frío que corre por la espalda.
por lo imprevisto
por lo real
por lo ¿posible?
Hace 40 años la dictadura cedió su andamiaje y la sociedad argentina, con dificultades, contradicciones, inexperiencia, comenzó a transitar un camino que reclamaba futuro.
No fue una escena prolija. Salimos de la dictadura como pudimos. Empujando a los que dudaban, arrastrando lágrimas, horror y amarguras, ofreciendo un proyecto inacabado y tenazmente posible. Con la convicción de que sólo se podía ir hacia adelante, empecinados en que la historia finalmente iba a acomodar los tantos, los primeros años de la democracia tuvieron una impronta joven: el gesto de la juventud de los 80.
La democracia fue (es) desde ese rasgo inicial de prepotencia plebeya: el empuje de los que saben que de alguna manera tiene que salir bien, sencillamente porque no hay otra opción.
En el trajín de los años fuimos perdiendo, a fuerza de desgarros y traiciones, el desparpajo, y la democracia se concentró en formalidades, en gestos adustos, en movimientos inmóviles. Y se impuso el sentido común de que la democracia sólo es por oposición a la dictadura y que sólo encarna en el gesto cívico de votar cada tantos años.
Las generaciones que son hijos e hijas de la democracia como parte del paisaje pueden dudar porque lo que se estableció como relato ha quedado lejos del gesto vibrante del deseo y el sueño.
Este aniversario es una oportunidad para interrumpir ese discurso y recuperar los derechos que nuestra democracia permitió construir y afianzar: el valor de la vida y la identidad, la educación pública, la organización de los trabajadores, el reconocimiento de los derechos de las mujeres y diversidades , el derecho a la salud, a reclamar y a expresar disconformidad o apoyo, el derecho a luchar por mejores condiciones de vida, el derecho a trabajar y a vivir en un lugar digno. Derecho a la justicia y a la universidad. A vivir en comunidad.
A que las y los niños vivan en paz.
A vivir sin miedo.
En esta enumeración faltan cosas y otras aún no han terminado de afianzarse.
Proponemos entonces apostar a la democracia como garantía de que se puede seguir construyendo lo que falta.
Si lo pudimos hacer cuando todo era incierto, ¿cómo no lo podríamos hacer ahora que sabemos los trucos?.
Un Falcon verde intervenido por esas miradas que saben, que fueron, que nunca mas.
Un Falcon verde como amenaza.
Un Falcon verde que nos recuerda que hay agazapado un riesgo.
Un falcon verde en la universidad tiene que volver a ser lo imposible.