
Por Myrna Insua – Posdoctorado INR Histernal IHTP CNRS e IMAGER, integrante del PEMAP, UNAJ;y Laura Kaplan – Profesora del TLE, coordinadora del PEMAP, UNAJ.
Desde la UNAJ, realizamos una colaboración con la propuesta museística del Centro de Veteranos quilmeños para recuperar las memorias de los caídos en la Guerra de Malvinas a partir de recuerdos materiales de los excombatientes y familiares. ¿Qué intercambios y debates se abren a partir de estos objetos?
En el marco del proyecto de vinculación Quilmes en Malvinas: Reconstrucción de las memorias locales a través de escritos, epístolas e imágenes, que forma parte del Programa de Estudios de Malvinas y Atlántico Sur, (PEMAP) tomamos contacto en 2024 con los excombatientes del Centro de Veteranos de Guerra de Malvinas de Quilmes (CVGQ). Para ese entonces, este grupo estaba abocado a la creación de un museo propio y abierto a la comunidad, dedicado íntegramente a la guerra de Malvinas y a los caídos quilmeños. En este contexto, nos pidieron nuestra colaboración para pensar, organizar y dar vida a la exposición de las cartas escritas, enviadas o recibidas por los combatientes y veteranos en el marco del conflicto bélico de 1982. Esta propuesta museística nos llevó a involucrarnos especialmente con la comisión que nuclea a familiares de los excombatientes y caídos en Malvinas ya que las epístolas no habían sido reunidas previamente en el archivo del centro, sino que se encontraban diseminadas y guardadas celosamente por las madres, hermanxs, amigxs. Las primeras reuniones fueron particularmente enriquecedoras ya que se generó un espacio que llevó a los participantes a contar naturalmente sus historias. De esta manera, pudo verse con claridad el lugar que las cartas ocupaban en sus recuerdos favoreciendo nuestra demanda para que cada unx buscara en sus “archivos” escritos que quisiera compartir y hacer públicos.
Memorias en conflicto
El pedido que nos habían realizado sobreentendía que se trataba de honrar la memoria de los caídos: ahora bien, de la interacción con lxs participantes del Centro, quedó en evidencia que no son los veteranos los únicos propietarios de las memorias de Malvinas sino también la viuda del Suboficial que perdió su vida en el ARA Belgrano, la hija que vio morir a su padre luego de “cargar” con su vida de veterano, la hermana que viajó a poner un nombre en la tumba del soldado argentino sólo conocido por Dios… Así, pudimos constatar que las narraciones que iban apareciendo en cada encuentro, a partir de la evocación de objetos memoriales epistolares, poemas o fotos, traían consigo una cierta construcción de la memoria que tenía un valor específico diferente para los veteranos, los familiares de los caídos y de aquellos que habían sobrevivido. Según nuestro criterio, cada construcción memorial podía ser contenida en el museo, pero sabíamos, también, que era inevitable que las luchas por las memorias de los integrantes del Centro no permitieran encontrar un justo equilibrio desde la primera exposición. Por el contrario, de nuestra colaboración en el proyecto, puede deducirse que la entrada de las memorias familiares de los fallecidos luego de la guerra o de los sobrevivientes, no será una tarea fácil y que requerirá una construcción colectiva.
De la palabra de las cartas a la narración de veteranos y familiares
El material recopilado para la primera muestra fue de una gran riqueza. Como vinculadoras desde la UNAJ del trabajo para el museo, consideramos que pensar y presentar las memorias de Malvinas que se exponen a través de las narraciones de las y los protagonistas y, más específicamente, de los objetos que fueron atesorando sus familiares (cartas, credenciales, poemas, fotos…), permite a la comunidad malvinense y a la comunidad quilmeña poder reconocerse a sí misma. Al mismo tiempo, aquellxs que generacionalmente están distantes de esa época, como los estudiantes de las escuelas que lo visitan o de la UNAJ, podrán utilizar estos objetos y relatos como un soporte de la transmisión de lo sucedido.
Abrir el recuerdo de Malvinas a la población de manera que la memoria de los caídos en la guerra conviva con la de quienes los sobrevivieron, con los que volvieron vivos y con la de sus hijos e hijas, implica reconocer que es una realidad social que afectó y afecta a varias generaciones que durante mucho tiempo vivieron en silencio.